Desde que me sometí al bypass gástrico a menudo suelen preguntarme: «¿cómo lo haces?». Esta pregunta cabe en casi todas las circunstancias, aunque creo que cuando me la hacen se refieren casi siempre a cómo he conseguido integrar mi cirugía en mi vida de manera coherente y normalizada.

En gran parte esto es el resultado de haber contado con un equipo profesional que me acompañó y ayudó desde todas las áreas, de manera interdisciplinar, durante todo mi proceso bariátrico. Me siguieron la pista muy de cerca, pero sobre todo me enseñaron. Me enseñaron a comer, me enseñaron a tratarme a mí misma, me enseñaron a cuidarme y me enseñaron a conocerme y/o reconocerme.

En este sentido tuve mucha suerte de caer en manos de buenos profesionales, muy comprometidos con su función. Sin embargo, me gusta decir que la buena suerte no es nada en manos de quien no la sabe aprovechar, y en este punto me vas a permitir que me anote algún tanto a mi misma.

Viví mi proceso bariátrico muy concienciada. Sí, los médicos me ayudaron a entender la importancia de enfrentarme así a ese momento, pero fui yo quien me lo tomé muy enserio y siempre tuve en cuenta que, al igual que a mi me trataban de manera interdisciplinar, mi trabajo conmigo misma tenía que serlo también.

Aprender y aprehender

Después de muchos años tratando con personas que, como yo, se han sometido a una cirugía bariátrica, cuando me piden un consejo antes de ir a quirófano, siempre digo lo mismo: «disfruta del proceso». Y es que esto no es un trámite médico que termina al recibir el alta en el hospital a los tres días de la cirugía. Ese es realmente sólo el pistoletazo de salida. A partir de ese momento empieza una oportunidad de aprender y aprehender. No se trata sólo de empaparte de conocimiento sobre alimentos y tablas de nutrientes, sino también de abrir nuestra mente y nuestros sentidos para permitirles que perciban todos los cambios que se van a producir y que debemos integrar en nuestra vida. Si lo afrontas de esta manera, el proceso de cambio puede ser maravilloso porque es una verdadera oportunidad de autoconocimiento.

El autoconocimiento te permite establecer un punto de partida claro. Tomar consciencia de quien eres y de dónde vienes, para poder trazarte unas líneas justas contigo misma para ese recorrido que tienes por delante. El cambio no es el mismo para todo el mundo, ni cuesta el mismo esfuerzo. Cada uno traemos una mochila, una experiencia, dejamos unas huellas atrás y tenemos que contar con todo eso para enfrentarnos a lo que viene.

El autoconocimiento también te permite saber cuáles son tus herramientas, tus fortalezas y tus debilidades y de esta manera puedes potenciar las primeras para aceptar y subsanar las segundas.

Y fue a través de ese esfuerzo por autoconocerme, como me di cuenta, que mi impulsividad innata había jugado un papel importante en mi camino a la obesidad. Mi impulsividad me hacía dejar casi todo, o todo, en manos de la improvisación. Y, aunque la improvisación no se me da mal, cuando improvisaba me daba cuenta de que, si bien conseguía salir del paso, había también muchas cosas que se me escapaban, por falta de herramientas, de conocimiento, de tiempo o simplemente porque no soy perfecta.

Podríamos decir por tanto que pasé de ver la impulsividad y la improvisación como cosas muy divertidas de mi vida, a entender que podían suponer una debilidad en este cambio que pretendía hacer. Y así, escuchando a mi psicóloga, dejando que mi cerebro aprendiese y que mis sentidos aprehendieran, entendí que podía transformar esa debilidad en fortaleza haciendo pequeños cambios.

Frente a la improvisación: organización y planificación.

Y esto es lo que decidí hacer. Probar a estar más organizada, a ser algo más metódica. Me costó al principio, porque este tipo de giros son siempre un poco delicados, pero cuando te das cuenta que empiezan a llevarte por la dirección correcta, asumes que de vez en cuando toca probar y valorar otras posibilidades.

Ser organizada nunca ha sido uno de mis fuertes, pero sí he decidido invertir ahí mis esfuerzos, porque organizar mi casa, mis rutinas, mi despensa, mi nevera, mis menús, etc., me libera de mucha carga mental y me permite hacer las cosas tal y como me gustan y no «para salir del paso».

Por eso cuando siento que estoy fuera del camino, que estoy dando giros sin saber a dónde voy, o simplemente siento que voy en línea recta sin un destino en mente… prefiero parar y calibrar cuál es el giro que debo hacer para volver a encarrilarme hacia mi meta. Y en esa parada siempre tiro de papel y boli para empezar por organizar?

¿Cómo lo puedes hacer tú?

Casi todas las personas a las que hemos ayudado en Hacer Para Sentir se dan cuenta que viven esta misma situación, y es que al final siempre digo que es más lo que nos une, que lo que nos separa.

Cuando les pedimos que confíen y empezamos a trabajar con ellas la organización, los resultados que llegan son rápidos y muy optimistas. Y es que todas empiezan a darse cuenta que, planificando qué quieren y cómo lo quieren, son capaces de llegar más lejos.

Por eso si estás perdida, con ganas de cambiar y no sabes por dónde empezar, no lo dudes: empieza por tomarte un tiempo para el autoconocimiento, toma consciencia de cuál es tu punto de partida y ponte a planificar y organizar poco a poco.

Te reto a que lo pruebes, y nos cuentes cómo te ha ido.

¡Feliz semana, familia!