Me llamo Cristina y durante unos años de mi vida, la obesidad fue mi compañera de viaje. La mala gestión de mis emociones, en plena adolescencia, me llevó a tener una relación insana con la comida, lo que desembocó en un descontrol absoluto de mi cuerpo y mi mente. El día que subí a la báscula y vi cómo pesaba más de 100 kilos me di por vencida y me abandoné definitivamente. A partir de ese momento mi vida se convirtió en una espiral de frustración y mi autoestima cayó en picado. Me rechazaba a mi misma y me prometía cada día que me pondría a dieta y adelgazaría, comía a escondidas y con remordimiento, estaba siempre incómoda en mi propio cuerpo, pero aún así la báscula nunca paraba de subir.
Me sentía incapaz de romper el círculo, pero gracias a mi entorno, que nunca me dieron por pedida, en 2016 por fin llegó el famoso «click» del que tantas veces había escuchado hablar y que creía que no estaba hecho para mi.
A los 29 años, después de mi primer embarazo y de tocar fondo con el peso llegando a pesar 116 kilos, me sometí a una cirugía bariátrica, un bypass gástrico, y este fue el origen de mi nueva vida. Adelgacé 42 kilos y pasé un año entero en tratamiento multidisciplinar, con apoyo nutricional, endocrinólogo y psicológico. Poco a poco los kilos iban bajando y yo lo compartía orgullosa con mi grupo de apoyo, pieza clave en el rompecabezas de mi vida. En aquel grupo de terapia encontré a gente como yo, con los mismos sentimientos, frustraciones, ambiciones y motivaciones. Aprendí de ellos, y ellos de mi..
No sólo fue un cambio físico, sino que todo este proceso me permitió reconciliarme conmigo misma y con mi cuerpo y redescubrir a la persona que verdaderamente sentía que era. Volví a sentir amor propio y eso se convirtió en motor de mi vida.
Alcanzado mi normopeso y mi estabilidad emocional, encontrándome en el mejor momento de mi vida, me quedé embarazada de mi segundo hijo. Con el paso del tiempo, en 2020 empecé a desconectar nuevamente de mis nuevos hábitos y de mi misma, y me vi inmersa nuevamente en antiguos comportamientos que me hicieron temer lo peor. Fue entonces cuando, ya entrenada para saber detectar las alarmas a las que debía prestar atención, decidí dar un paso más en mi proceso de cambio y buscar nuevamente ayuda. Apoyada por mi nutricionista, Gabriela Castro, y la psicóloga Elisabet Murray, tomé nuevamente las riendas de mi vida para terminar el proceso que había comenzado años atrás y que no estaba finalizado.
Integrar el deporte en mi día a día, de manera sana y respetuosa conmigo misma y mantener una alimentación basada en comida real y en concienciación alimenticia, y no en dietas restrictivas que me resultaban traumáticas, me permitió recuperar el control sobre mi cuerpo. Aprender a gestionar mis emociones y a tratarme con el cariño que yo merecía, me impulsó a recupera el control sobre mi mente. Descubrí que el proceso era hacer para sentir, y no sentir para hacer. Me liberé de la culpa de no sentir que yo fuera quien quería ser, y me decidí a hacer lo que tenía que hacer para sentirme como me quería sentir.
A lo largo de todos estos años de largo proceso de transformación y de crecimiento personal, he ido compartiendo de forma espontánea todos mis cambios en mis redes sociales y fue ahí cuando descubrí cientos de testimonios de personas que se sentían como yo y que buscaban ayuda, asesoramiento, inspiración y, sobretodo, apoyo. Y así es como surgió este espacio, dedicado a ayudar a todo aquel que se sienta identificado y que quiera alcanzar una nueva vida de salud y bienestar, físico y emocional.
Porque cada día es una oportunidad para HACER el cambio, y SENTIR lo que deseas.