El debate está servido. Cada vez que surge la palabra «obesidad» me encuentro a gente que la considera enfermedad y gente que discute que no lo es.
Lo cierto es que hace ya muchos años, concretamente en 1995, la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró la obesidad como una enfermedad. Esto supuso que la comunidad médica en USA empezara a considerar la obesidad como una afección, de tipo grave para la población, y por tanto, se vieran obligados a destinar mayores recursos para su detección y tratamiento. Sin embargo, España a día de hoy se mantiene al margen y sigue sin reconocer la obesidad como una enfermedad, por lo que aquí es donde surge el debate.
En 2018 se celebró en España la primera Cumbre Parlamentaria Mundial contra el Hambre y la Malnutrición, en la que se abordaron temas como el sobrepeso y la obesidad. En ese encuentro, muchos expertos en endocrinología y nutrición se posicionaron a favor de reconocer la obesidad como una enfermedad crónica, solicitando así la financiación requerida para su correcto tratamiento, pero no hubo consenso.
Yo, personalmente, admito argumentos de un lado y de otro y, dejando a un lado el debate sobre si es o no es enfermedad, prefiero centrarme en lo que, como paciente, ha sido importante para mi y sigue siéndolo a día de hoy: ¿puedo dejar de ser obesa? ¿Tiene cura o solución esto que me pasa?
Esa fue la pregunta que durante muchos años me hice, sin encontrar una respuesta de la que me fiara. Todo apuntaba a que sí, a que estaba en mi fuerza de voluntad y en mis ganas el dejar de ser obesa. Sin embargo, había siempre algo que me impedía tener esa fuerza de voluntad, misteriosa y necesaria a partes iguales, por lo que terminaba diciéndome a mi misma que, mientras todo dependiera de esa fuerza de voluntad, yo no dejaría de ser obesa. Terminé «asumiendo» (o eso intentaba yo) mi situación y «acepté» (me resigné) a vivir con ella.
Pero la vida de repente me sorprendió, llevándome de manera casi casual a una cirugía bariátrica, que supuso la que, para para mi siempre será, mi segunda oportunidad.
Muchos creerán que este era el camino fácil, y en cierta medida admito que lo es, no me parece importante ni relevante. Tengo claro que mi prioridad no ha sido nunca demostrar a nadie mi capacidad ni mi valía, sino curarme. Pero cual fue mi sorpresa cuando, estando en terapia grupal, ya operada y prácticamente llegando a mi normopeso, mi psicóloga puso encima de la mesa un tema que, ciertamente, me hizo sentir insegura: «siempre seréis obesos, aunque estéis delgados».
Sonaba a broma macabra y agorera. ¡Qué ganas de aguarnos la fiesta! Pero a la vez, cuánta razón tenía. Mi talla de pantalón no era el reflejo de quien era yo. Que fuera una talla 38 no hacía diferentes mis problemas ni me convertía en una persona con una sana relación con la comida, al igual que cuando usaba la 52 nadie podía saber qué problema había dentro de aquella ropa.
Mi problema era la obesidad y a día de hoy valoro que una persona obesa no es sólo una persona que está por encima de su peso y que supera una barrera del IMC. Una persona obesa reúne algunas características no medibles, no visibles, que son la base del iceberg, donde la punta que asoma por encima del agua es lo que se ve, esa talla 52, pero si buceamos hacia abajo, y vamos hasta los cimientos de ese iceberg nos encontraremos problemas como mi mala gestión emocional, mis creencias limitantes sobre mi misma, mi baja autoestima, mi falta de educación nutricional, mi manejo del estrés…
Por tanto, todo apuntaba a que, para resolver mi obesidad, tendría que resolver esos problemas que configuraban el iceberg, y que mantenerme delgada sería la consecuencia de mantenerme firme enfrentándome a esos problemas.
Ahora, ocho años después, he entendido que esa base del iceberg forma parte de mi personalidad, de mi forma de ser, por lo que estoy en constante aprendizaje, en alerta siempre para gestionarme emocionalmente, y a veces fallo. Para creer en mi y no limitarme a mi misma, y a veces fallo. Para aprender y adquirir formación nutricional, y nunca aprendo lo suficiente. Cada día supone un desafío para retarme a mi misma. Y entonces… ¿estoy curada o no lo estoy? ¿Lo estaré algún día?
Creo que no. Creo que, efectivamente, la obesidad no tiene cura y, tal y como me advirtieron, siempre seré obesa. Pero puedo elegir qué obesa ser: la que se trata y combate día a día para estar bien, o la que se rinde a las creencias limitantes y «acepta» (se resigna) a una vida y un estado que no le hace bien, ni al cuerpo, ni al alma.
Creo que la obesidad, es una patología con tratamiento. Si no aplicas una serie de medidas paliativas, la patología se hará más intensa y terminará desembocando en múltiples enfermedades, físicas y/o psíquicas. Por lo que, honestamente, ¿qué más da si es una enfermedad o no? Lo importante es, que si no tenga cura, al menos no te robe la calidad de vida y te permitas acceder al tratamiento paliativo que existe.
Porque lo más agotador de la obesidad, es vivir intentando que no te pese el alma más de lo que pesa tu cuerpo.
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10 Comments
Imposible expresarlo mejor. Se puede estar de acuerdo o en total desacuerdo, pero me gusta mucho como expones tus opiniones desde tu experiencia propia y sobretodo los argumentos que das. Creo que sólo las personas que han tenido problemas con la relación con la comida pueden empezar a entenderlo. Y como bien dices, si es una enfermedad o no, al final es lo de menos. Lo importante es que no te limite ni te condicione la vida y buscar las soluciones más efectivas en cada caso particular.
Así es, podemos perdernos en el debate y no llegar a ninguna conclusión, pero lo cierto es que mientras tanto seguirá habiendo personas que necesiten otro tipo de respuestas y acciones para dejar de sufrir, por fuera y/o por dentro. Gracias!!!!
Efectivamente es una de las enfermedades silenciosas que tanto cuesta asumir a la sociedad ….pero poco a poco y gracias a profesionales como tú, se va teniendo más consciencia de que también hay que educar en la alimentación para que a futuro solo queden los casos de agentes externos …aquellos que dependen de otros factores .
Poco a poco se hace el camino. Hay que mirarnos muy adentro para entender todo lo complejo que pasa ahí dentro. Hablamos del cuerpo como algo superficial, pero a veces es el reflejo de lo que sucede dentro. Hay que autonocernos y formarnos para así poder entendernos y brindarnos a nosotros mismos las mejores herramientas.
Pues si. Da igual lo que sea. Lo importante es que Si, hay salida. Existen herramientas para ayudarnos y porqué no usarlas?
Para mi fue muy liberador poder quitarme esa mochila tan grande que llevaba llena de Culpa y tomar acción.
Aún sigo en proceso pero tomar la decisión de coger esas herramientas ha sido el acto de mayor amor propio que he tenido conmigo siempre.
Me encantan muchas de las palabras que utilizas: salida, liberador, amor propio… así es. Querernos tanto y tan bien como para cuidarnos tanto y tan bien como cuidamos a los que queremos. Me alegro mucho!!!
Tengo grabado a fuego dos frases:
“Hacer para sentir” y “soluciones intentadas”
Me lo repito a diario cuando digo cosas como:
– no me va a servir, no lo voy a poder mantener en el tiempo, voy a hacer dieta… etc! Entonces escucho esas frases y acepto mi momento, sea el que sea!!!
Sin juicio, sin machaque… aceptando que soy quien soy, con 80 igual que cuando pesaba 130kg… y aceptando que hay días donde me siento una diosa y otros me veo como si hubiera vuelto a los 130kg. No digo que sea fácil, pero me siento orgullosa que cada vez, y gracias a las horas de terapia, soy más capaz de quererme, aceptarme y abrazarme como me merezco.
Ser obesa es muy duro… porque no es una decisión, simplemente o naces o te conviertes y lo peor de todo es que no sabes como has llegado a estar enferma… la sociedad no asume esta enfermedad y por eso juzgan gratuitamente. Hundiendo tu autoestima y haciéndote creer que eres una vaga y que “si quisieras y te esforzarás serías delgada”… es un círculo vizioso 😓
Creo que no has podido describirlo mejor… la punta del iceberg son los KG… la base es lo que hay que tratar… y se verá reflejado en la punta.
Cuando estás en esa posición es muy difícil verlo, pero solo hay que confiar… y sobretodo sentir.
Las soluciones intentadas son la manera más rápida de salir de bucles infinitos. Llegar a entender eso es liberarte de mucha frustración y abrirte de verdad a nuevos caminos. Es el principio de un largo recorrido, que a veces nos puede volver a llevar a no conseguirlo, pero ahora sabremos que si ya lo hemos intentando así y no ha funcionado, es que no es una solución. Enhorabuena por todas esas horas de terapia y por dedicarte el tiempo y el cariño de seguir buscando la solución, eso te pone cada día un poco más cerca. Vamos!!!
Yo siempre he dicho que si tan facil fuera estar en una talla 38 no existirían personas obesas en el mundo. Lo puedes llevar mejor o peor Gracias al nivel de autoestima y seguridad que tengas, pero lo cierto es que eso solo es un escudo que nos ponemos las personas que hemos vivido en primera persona esa experiencia para que este mundo cruel no nos haga daño con los malditos estereotipos marcados por la sociedad de que la talla 38 es la perfecta. Es una enfermedad en toda regla….. que se puede curar??? Creo que puedes aprender a gestionarla, curarla no, pero gracias a gente como tú se da visibilidad a todas esas herramientas tan necesarias para luchar día a día contra la obesidad. Si las aplicas, si ves un referente el que seguir, si tomas conciencia real de cómo combatir esas necesidades, al final descubres con el tiempo que al menos aprendes a vivir con ello y no bajar la guardia!!!
Aprender a vivir con ello y no bajar la guardia, así es. La clave es, como decías, tomar consciencia real y también comprometerte contigo mismo a partir del amor propio. El cuerpo y su talla será entonces sólo la consecuencia que se ve, pero si estamos atendiéndonos bien, eso sólo lo sabremos con certeza en lo que no se ve.